ESCRIBIR LIBROS QUE NO SON COMO LA VIDA

Los libros que escribimos surgen del laberinto de nuestra obsesiones. Extraviados en la
memoria, encuentran de repente una salida, casi siempre imprevista. No hay escritor cuyas obsesiones no nazcan de la “realidad” (que entrecomillo) o de la propia vida, que son también los pensamientos y las imágenes que se condensan de fuera hacia dentro, es decir, desde el mundo exterior hacia el mundo interior, de donde surge toda construcción imaginaria. Un escritor es su interior y su entorno. Es el adentro y el afuera. De esta consciencia se deriva el carácter problemático de su escritura. Va de la tradición a la ruptura y elige las formas que lo definen. Elige y elabora: toda forma literaria se va
haciendo, se deshace y reconstruye. Sólo en apariencia escribimos en nuestros vaivenes: algunas piezas del rompecabezas se quedaron extraviadas en el primer libro y regresan como quien recorre sus pasos; el deseo de no ser más el mismo, impulsa el salto adelante, que desconcierta a quienes esperan que el escritor no use jamás máscaras, pero resulta que el escritor es eso: máscara: persona. Es preciso mimetizarse, ser lo que no somos o ser sólo mediadores o médiums de quien no somos: la novela es eso: mediación y máscara.

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